Alijar

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A mitad de camino entre Jerez y Sanlúcar, coronando una loma desde la que se domina el paisaje de la campiña, el cortijo de Alijar resiste el paso de los siglos, llamando la atención del viajero por la armónica estampa de su cuidado caserío. De este enclave nos da razón Madoz, a mediados del XIX, que lo menciona como el cortijo “en el que empieza el término de Jerez”.

Señala Emilio Martín que “desde el año 1320 y muy probablemente con anterioridad, existía una torre en el donadío de Alijar”. Existen también documentos del siglo XIV en los que se da cuenta del aprovechamiento de la piedra y los sillares procedentes de la demolición de ruinas en este lugar. Y a buen seguro que fue así a juzgar por las muchas razones que apoyan la idea de que el caserío de Alijar (o Alijar) tuvo también ocupación en la época musulmana.

Refiriéndose al lugar, el historiador Bartolomé Gutiérrez escribe que “…se hallan en el camino de Sanlúcar de Barrameda unas ruinas llamadas Torres del Alijar y otras en el cortijo de casa alta que por estar en un cerro las ruinas, así le nombran. La voz Alijar, quiere decir, exido y salidas espaciosas para recreo, y no desdicen del terreno estas etimologías porque el paraje y salida en nuestro término (que es donde están) es divertida; pero estas torres, y toda las que mencionaremos son puestas en tal disposición que se ven unas a otras; y estas y las de la costa, que pertenecen a otras poblaciones (como las de tierra adentro) eran atalayas para enemigos, avisándose de unas a otras con los hachos encendidos; de modo que en corto espacio de tiempo, se noticiaban las novedades que ocurrían en toda la costa y su comarca; distinguiendo la urgencia según el modo de la señal con ahumadas o con luces y otras diferencias”.

Otros autores confirman la existencia de distintas aldeas y alquerías repartidas en el extenso alfoz jerezano, especialmente a partir del siglo XII, algunas de las cuales, como ésta de Alijar, pudieron estar fortificadas y disponer de torreones y atalayas como la que, al parecer hubo en este lugar. Cuando el viajero sube hasta la explanada en la que se asienta el cortijo puede comprobar como su emplazamiento, en lo más alto de un cerro que domina una amplia perspectiva, permitía la conexión visual con las lomas de Mesas de Asta, con la torre de Macharnudo o con la Sierra de San Cristóbal, hitos también en el paisaje que rodea a la zona de Los Alijares. El topónimo del lugar, no deja tampoco dudas sobre su origen árabe y entre las distintas acepciones de “alijar”, se encuentran las de “dehesa”, “cortijo” y “aduar”(pequeña población formada por chozas o cabañas).

El cortijo de Alijar es un excelente modelo de la arquitectura cerealista tradicional y como tal ha sido destacado en el inventario de Cortijos, haciendas y lagares de la Provincia de Cádiz, del que entresacamos los datos más relevantes de la descripción de su caserío y donde se afirma que “…el conjunto de cortijo está formado por una pieza principal, rectangular, de gran tamaño y otras dos piezas longitudinales independientes, antiguas estancia y zahúrda. La construcción conserva gran parte de sus características originales gracias a cuidadas ampliaciones y a mantener un uso agrícola y ganadero muy próximo al original. El edificio principal es de una sola altura, excepto en las crujías frontales del granero y señorío… Se ordenaba mediante una estructura cerrada en torno a un único patio central… El cuerpo del granero constituye una pieza de gran interés. Centrado en la fachada principal, se construye con muros de carga exteriores y pórtico central en arquería.”

Estas arquerías de la entrada principal del cortijo, son sin duda el elemento más llamativo de la fachada y sobre ellas puede verse un pequeño y curioso azulejo devocional dedicado al Arcángel S. Rafael. A la izquierda de los arcos destaca el señorío, de dos alturas, construido sobre los restos, del antiguo torreón medieval, al que hacíamos referencia, de cuya solidez son todavía testigos sus sillares de cantería. En el camino de subida al cortijo habremos dejado a la izquierda un antiguo pozo con abrevadero y a la derecha, unos muros de contención de “piedra seca” que, por un momento, nos habrán recordado a la antigua fortificación que debió alzarse en el cerro.

Con el paso de los siglos, Alijar no ha perdido su vocación agropecuaria que combina con la puesta en marcha de un parque de aerogeneradores. A todos los atractivos que el paisaje, las vistas, la historia y la arquitectura tradicional proporcionaban ya a este enclave, se han venido a sumar recientemente los que aporta su transformación como alojamiento rural en el que el viajero podrá también disfrutar descansando en su “gañanía”, transformada en una acogedora estancia.

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