Las ranas mágicas

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Cuentos, historias y leyendas de Setenil: Las Ranas Mágicas

Había en un pueblo una niña pequeña, a la que su madre solía dar todas las tardes un plato de leche con pan, y la niña se sentaba a comerlo en el patio. Y cuando empezaba a comer, salía una rana de una rendija del muro y metía su cabezita en la leche. A la niña la divertía mucho, y cuando estaba sentada con su platito y la rana tardaba en venir, decía:

- Ranita chiquita, ven pronto y te daré tu poquito de leche y un pedacito de pan.

Entonces la rana venía corriendo y comía lo que le daban. Se mostraba muy agradecida, porque llevaba a la niña, de su tesoro secreto, muchas cosas bonitas, piedras relucientes, perlas y granos de oro. Y la rana no tomaba más que la leche; el pan lo dejaba.

Un día cogió la niña su cucharita, y dándola a la rana suavemente en la cabeza, dijo:

- Toma también pan.

La madre, que estaba en la cocina, oyó que la niña estaba hablando con alguien, y cuando vio que con su cuchara estaba dando de comer a una rana, salió corriendo con un leño y mató al pobre animalito.

Desde entonces se notó un cambio en la niña. Mientras la rana había comido con ella, había crecido y estaba robusta; pero ahora palidecieron sus hermosas mejillas sonrosadas y se puso muy delgada. Y poco después comenzó el jilguero a recoger ramitas y hojas, y la niña murió.

Otra niña estaba sentada al pie del muro de ciudad hilando, y vio una rana salir de una abertura.

Inmediatamente extendió su pañuelo de seda azul, color que gusta mucho a las ranas. En cuanto la rana lo vio, se marchó y volvió con una coronita de oro, la puso en el pañuelo y se marchó otra vez. La joven cogió la corona, que brillaba y era de oro finísimo.

Al poco tiempo volvió la rana por segunda vez; pero como ya no veía la corona, afligida se golpeó con todas sus fuerzas la cabeza contra la pared, hasta que se murió.

Si la niña hubiera dejado la corona en su sitio, de seguro la rana le hubiera traído más joyas de su cueva.

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