Cuentos de Setenil de las Bodegas

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Estos cuentos tienen un origen claro en Cádiz, Huelva, Sevilla, Granada y Málaga, de un amplio ámbito de Andalucía. Algunos de estos cuentos están escritos en un castellano culto y reflejan el estilo del escritor que los escribió. Otros reflejan el elemento oral de la transcripción, el habla andaluza, porque el folklorista que los recogió de boca del pueblo no hizo más que transcribir la manera de hablar del relator. De ahí que, por ejemplo, en "La Princesa encantada" se empiece diciendo: "Éste era un pescado que iba ar mar a pescá..." en vez de decir: Éste era un pescador que iba al mar a pescar...".

Esta habla andaluza da mucha gracia a los relatos, parece que los estemos oyendo, y aunque, a veces, resulta un poco difícil de entender, luego es fácil la transposición y sabemos lo que quiere decir. Así que el lector tendrá la sensación de estar oyendo a un sevillano, a un onubense, a un granadino y a un malagueño contarle los cuentos.

Nada más empezar a leer, los buenos conocedores de cuentos reconocerán en El barquito de oro, de plata y de seda los tópicos de los cuentos populares, en este caso el tópico del padre que tenía tres hijos y fueron a liberar a una princesa. Y aunque el relato extravagante, tanto los barcos, como el loro de oro, de tamaño de un hombre. Para terminar con el tópico de los finales de cuento, que no pueden ser vulgares, sino pura fórmula tradicional: Y a mí me dieron unos zapatitos de manteca, que en el camino se me derritieron.

El cuento de La reina Rosa es como un nonsese y sería un puro disparate si no fuera porque no se rige por la lógica normal. Y este cuento tan disparatado, en el buen sentido de la palabra, está contado con la mayor naturalidad, como lo cuentan las gentes del pueblo entre sí, con unas salidas y unas ocurrencias y unos nomosílabos propios del lenguaje oral.

El marqués del sol empieza con una fórmula de principio de cuento que puede parecer rara. Dice "Éste era besibé dos jugadores", contracción que debe significar la repetición de Erase una Vez. Lo recogió D. Alejandro, socio fundador de la Asociación El folklore andaluz, de mediados del siglo XIX, y respetó el decir del hablante, eminente folklorista, lo publicó en la Biblioteca de Tradiciones populares, que consta de once volúmenes de folklore de toda España y que es interesantísima.

La flor de Lililá es una de esas múltiples versiones que corren por España desde el Sur al Norte. De este misterioso cuento Fernán Caballero publicó dos versiones en su colección de Cuentos de encantamiento. en la Princesa encantada volvemos a ver los dones que otorgan los animales que han sido ayudados. la hormiga, el león y el galgo ayudan a desencantar a la princesa.

En Juanillo el Oso es muy interesante, aparte de la gracia del cuento y de su argumento, comprobar la fuente del logradísimo cuento Pelusa del Padre Coloma, andaluz que se inspiró en los cuentos populares. Y finalmente en Dos almas en pena aparecen dos perros, Quebrantahierros y Buenos Aires, perros todopoderosos que aparecen en otros cuentos extremeños y hasta noruegos, para sorprendernos con su intervención.

Ahora que el lector, después de leer Las tres gracias de Dios, donde el agua florece de rosas y claveles, al lavarse las manos la protagonista, que lo piense bien y me diga si estos cuentos andaluces no son dignos de volverse a publicar para deleite de todos los amantes de la literatura popular.


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