Flamenco (música)

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Adjetivo que se aplica a una manera peculiar de cantar y bailar. El adjetivo flamenco, pues, se refiere lo mismo a ciertos cantos que a determinados bailes, todos los cuales entran en la denominación común de arte flamenco. Dichos cantos poseen un nombre genérico propio: cante, luego la expresión Cante Flamenco encierra el mismo significado qe cante, acentuado con expresiva redundancia. En cambio, la expresión Baile Flamenco es, además de justa, indivisible, ya que los bailes a que alude no tienen nombre genérico propio.

Se han formulado diversas explicaciones de por qué se añade el adjetivo flamenco al sustantivo cante. Unas le han atribuido carácter de gentilicio adjetivador, estableciendo artificiosas teorías sobre la transformación de dicho gentilicio, propio de los flamencos que llegaron a España con el emperador Carlos V, en el apelativo que mucho tiempo después habría de aplicarse a los gitanos, primeros ejecutores de este arte.

Otras, por un conducto semántico opuesto, hacen derivar el adjetivo flamenco directamente de voces árabes, como "felag-mengu" (campesino prófugo), "fel_lah-mangu" (labrador cantor) o "felag-enkum", (cante de los moros de la Alpujarra).

Es cierto que con el vocablo flamenco se denomina frecuentemente en España a los gitanos, pero ello no ocurre hasta los finales del siglo XVIII o principios del XIX, cuando es inverosímil que en esa transposición se quisiera aludir a la gente que llegó a España desde Flandes a principios del siglo XVI.

Y precisamente en las otras fechas muy posteriores, entre los siglos XVIII y XIX, aparece también en la jerga del hampa la palabra flamenco, pero teniendo muy poca relación ni con Flandes ni con África, pues se deriva de "flamancia" y de la "flama, es decir, llama, y significa, primero, "presunción", "vistosidad resplandeciente", y luego, y por extensión, "lúcido" y "gallardo".

Los gitanos, como fueron severamente vigilados y aun perseguidos durante la etapa comprendida entre su penetración en España, a mediados del siglo XV, y las disposiciones de Carlos III, a finales del siglo XVIII, en todos esos años, y bastantes más, el término gitano -casi sinónimo de proscrito- debió de ser poco menos que denigrante. Hay que puntualizar que una pragmática de Felipe IV, en 1633, había ordenado que se tuviera por injuria grave el nombre de gitano.

Pero con las benévolas disposiciones carolinas los gitanos, no constreñidos ya a la perpetua trashumancia o en forzosos asentamientos ciudadanos, empezaron a convivir más holgadamente con el pueblo, y de acuerdo con sus querencias, se mezclaron más asiduamente con la truhanería. Este estatus fué notablemente extenso y profundo en Andalucía, en donde, por abundar el tipo rumboso, gallardo y algo fanfarrón, el término flamenco, en el significado jergal que se ha comentado, habría de ser frecuentemente aplicado, sobre todo al gitano, por su hierática figura, lo abigarrado y brillante de su atavío o la llameante vivacidad de su temperamento.

En definitiva, flamenco, en Andalucía, llegó a significar gitano, y flamenco se denominó luego al cante alumbrado por gentes de esa raza.

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