Corpus Christi en Cádiz en el siglo XIX
Las crónicas nos dicen que en 1810, se pide al Ayuntamiento que amplíe la "carrera" y se pide por parte del Cabildo Catedral, "pues con el aumento de las representaciones y del público, llegaba la cabeza de la procesión al templo cuando aún no había salido de él la Custodia...". Y el Ayuntamiento, sabedor de la verdad de la petición, concede esa prolongación y la famosa "carrera" queda establecida de la siguiente manera: Plazuela de las Tablas (actual plaza de la Catedral); Asunción (idem); Callejuela de Marrufo (idem); Plazuela de Santiago (idem); Compañía, Plazuela de los Descalzos (actual Plaza de las Flores); Carne (Columela); San Francisco, San Agustín, de Guanteros (San Francisco); Juan de Andas (Cristóbal Colón) y Cobos, para salir a la Plazuela de las Tablas y "subir a la Iglesia como siempre...".
Hay que significar que la catedral entonces de la ciudad estaba en el hoy viejo templo de Santa Cruz.
El cortejo se ponía en marcha sobre las once de la mañana y se recogía sobre las dos y media de la tarde....
En 1811 el Corpus fue el 13 de junio y para el efecto "se formó el Congreso en la casa episcopal a las nueve y media de la mañana, para asistir a la procesión. De allí salió a las diez y media en ceremonia; iba al lado del Presidente el Regente don Gabriel Císcar y se agregó el Nuncio de Su Santidad, Gravina. En la puerta de la catedral, desde el pie de la escalera exterior, estaba formado el Cabildo para recibir al Congreso, el cual fue colocado en bancos forrados de damasco carmesí con galones de oro... Salió la procesión a las once. El Congreso la cerraba presidiendo detrás de la Custodia...
En 1812, el Corpus fue el día 28 de mayo. La procesión llevó el siguiente itinerario: de la catedral a la Plazuela de las Tablas, calle de Cobos, Sucia (Manzanares); la de Santo Cristo, Plazuela de la Candelaria, Descalzas (Montañés); Plazuela del Palillero, de la Carne, de San Francisco, San Agustín, Juan de Andas, a la catedral...
A pesar de las tensiones existentes y del peligro de los bombardeos franceses, la ciudad de Cádiz, alegre y confiada, se echó a la calle y con su presencia rubricó la solemnidad de la que era su fiesta mayor.
Las crónicas cuentan que "hízose la procesion por la carrera preparada al tiro de las bombas del enemigo, mas no dispararon, y se celebró con gran solemnidad y sosiego". Pero el gaditano sabía que si el francés hubiera querido, siembra más muertos por el pánico que por la acción misma de las bombas. Sin embargo, no quiso y esa festividad única de la ciudad pudo celebrarse a lo peor con menos asistencia de público de lo que era habitual, pero dentro del orden y la suntuosidad tan peculiar en esa fiesta.
A lo largo de la edad moderna el Corpus Christi adquirió notable importancia entre los gaditanos. Pero fue en el siglo pasado cuando cobró los caracteres que hoy la definen. El alcalde Juan Valverde procuró que desde 1861 se solemnizasen las fiestas del Corpus con mayor pompa y diversiones públicas en la calle, de lo que se venía haciendo.
La medida tuvo éxito entre los gaditanos, que desde el primer año se volcaron a celebrar la que se llamó Velada del Corpus.
Durante el establecimiento del periodo cantonal, de marzo a agosto de 1873, los meses de junio y julio fueron especialmente duros, teniendo el Cabildo Catedral que hacer frente al proyecto de subasta de la custodia del Corpus por parte del Ayuntamiento. El Ayuntamiento nombrado por sufragio universal trata de subastarla "para comprar armamento", siendo decisiva la intervención de los señores don Alfonso Moreno Espinosa y don Antonio Góngora que lo impidieron, así como el Cabildo Catedral y su entonces Canónigo Obrero y más tarde obispo de la diócesis, don Vicente Calvo y Valero (1884-1898). El asunto, delicado por estar por medio no sólo la Custodia como alhaja apreciadísima sino como objeto portador del Sacramento de la Eucaristía, sensibilizó mucho a la opinión pública y según las actas, tanto del Cabildo Catedral como del municipal, reflejan los muchos acuerdos y reclamaciones que, tanto uno como el otro, se hicieron para no perder, ambos, la posesión de la misma.
El Cabildo Catedral solicita del Ayuntamiento le facilite la Custodia para la salida de la procesión, así como su contribución a los gastos. El Ayuntamiento, en sesión secreta celebrada, lee el oficio del Cabildo hermano y decide negar la licencia, aunque al final "acuerda prestarla el día de la salida si el Cabildo determina sacarla...".
Cuando se recibe la comunicación en la catedral, los capitulares deciden que "en vista de los gastos y en atención de los tiempos difíciles, la procesión eucarística sea por el interior del templo".
En sesión municipal celebrada el día 30 de mayo de 1873, el municipio, entre otros medios de allegar recursos, "acuerda la enajenación de la custodia en pública subasta" y se nombra una comisión formada por los ciudadanos Pacheco, Gutiérrez, García, Gómez, Solórzano y Rendón, los que se les autoriza para que recojan las llaves del local donde se halla depositada (en la catedral vieja) y procedan al examen de la alhaja a fin de informar sobre su valor y proponer los términos y condiciones con que ha de llevarse a efecto la mencionada subasta. En la catedral, el Deán recibe el oficio donde se comunica que "a las dos de la tarde, iría una comisión para ver la custodia...".
En una sesión de "palabra" convocada por el Sr. Calvo y Valero, después del coro de la tarde, éste da a conocer a los capitulares que "cerca de las tres de la tarde se había presentado la comisión del Ayuntamiento para visitar la custodia y que, al despedirse, significaron el encargo que habían recibido de recoger la llave que obra en poder del Cabildo al efecto de no tenerla que pedir con la frecuencia que sea necesaria", manifestando en el acto el Sr. Calvo y Valero a los comisionados "que no podía haber entrega de la llave sin el oportuno acuerdo capitular...". Esta decisión manifestada por el Cabildo podría haber sido fatal para el futuro de la custodia ya que la misma levantó gran nerviosismo entre los capitulares municipales que consideraban de suma urgencia la subasta para poder hacer frente al encargo de armamento que se proyectaba para equipar al Cuerpo de Voluntarios de la República, con 3.700 fusiles, 300 tercerolas y 300.000 cartuchos.
Cuando la comisión examina la alhaja y ve que la misma se encuentra en perfecto estado de conservación, llega a la conclusión que "el tipo para la subasta debe ser de 70.000 escudos a la alza".
Al día siguiente, la prensa local publica el anuncio de la subasta de la custodia bajo el tipo de 70.000 escudos.
Graves y grandes dudas y decisiones tuvieron que tomar en jornadas sucesivas el Cabildo Catedral y el obispo Fray Félix María de Arriete y Llanos (1864-1879), siendo el abanderado de la causa el Sr. Calvo y Valero y decisivas sus intervenciones ante la mesa del Cabildo y éste se divide en facciones, entre los que se encuentran partidarios del sí y la otra faccion del no, y entre dilaciones y reuniones que sirvieron para poner muy nervioso al otro Cabildo, que veía acercarse la fecha de la subasta sin haber todavía conseguido nada y sin tener en su poder a llave del lugar donde se guardaba la custodia.
En una operación de hábil arrojo y que salió bien por misericordia divina, el Cabildo Catedral entabla una denuncia contra el Cabildo municipal y el Sr. Cavo y Valero hace publicar en la prensa local el documento y acta de la entrega con que se cedió al Cabildo Catedral la custodia por el Cabildo municipal en el año 1864.
Ni que decir tiene la gran alegría que la ciudad experimentó con la valiente decisión del Cabildo Catedral, pero ni que decir tiene también que el municipio vio cómo se trastocaban todos sus proyectos y, no cejando en su empeño, decidió la incautación de la Catedral, no especificando a cuál de las dos le iba a tocar la aplicación de la ley.
Vuelve de nuevo a ponerse de manifiesto la valentía y decisión de Calvo y Valero que, temiéndose lo peor, y que la ley decidiera la incautación de la catedral nueva, hace trasladar a este templo la pila bautismal de la vieja, que queda instalada en la Capilla de San Sebastián, el sagrario y el archivo, con lo que convierte a la catedral nueva en parroquia y evita así la incautación del templo, ya que el decreto taxativamente se refería así:
- "B.O.P. 20 de julio de 1873. Comité de Salud Pública. Decreto: Art. 1º. Los edificios destinados al culto, a excepción de las parroquias y de los de propiedad particular o patronatos, pasarán a poder de sus respectivos municipios. Cádiz, 19 de junio de 1873. El Presidente, Fermín Salvochea y Álvarez".
Así, la orden de incautación cae sobre el viejo templo que ve su larga vida cortada por la decisión, y aunque en su interior seguía guardada la custodia, el Sr. Calvo y Valero y el Cabildo hacen saber a los incautadores que "la referida custodia tenía que quedar necesariamente allí por no haber lugar capaz en la catedral nueva para guardarla".
Cuando en agosto vuelve la normalidad, los edificios vuelven también a sus antiguos poseedores y todo queda tal y como estaba antes.
*Nota:
Este artículo ha sido sacado de otro anterior: Corpus Christi (Cádiz), para acortar la extensión de este apartado en dicho artículo.
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