Francisco Villaescusa Amuedo "El Cristo"

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Andanzas de Francisco Villaescusa "El Cristo".

Por Puerto Serrano y sus alrededores, uno de los lugares más frecuentados por el bandolero fue la Finca de Cuatro Mojones, así llamada porque reúne los mojones o señales de los términos de Villamartín, El Coronil, Algodonales y Puerto Serrano.

El Caserío estaba siempre abierto a "El Cristo", que encontraba siempre protección entre sus muros y también recibía ayuda de sus moradores para prestarle apoyo y esquivar los encuentros con la Guardia Civil.

Se dice que a la familia que se encargaba de la finca le gustaba escuchar las mil y una historias que les contaba el bandolero, y a cambio ellos le ayudaban a tener un lugar seguro para guarecerse, pero en las tardes de verano a nuestro hombre se le ocurrió la feliz idea de esconderse nada menos que en un nicho que estaba vacío en el cementerio de Puerto Serrano. A decir de los más viejos del pueblo y de sus padres, “El Cristo” dormía sus ricas siestas después de protegerse con la lápida correspondiente tapando la puerta del nicho, y naturalmente, ¿A quién se le iba a ocurrir que el fugitivo dormía plácidamente la siesta en el interior del nicho?

También se cuenta que en los alrededores de Puerto Serrano tuvo El Cristo una amante a la que entregaba la mayoría del producto de sus robos. Todas las tardes, burlando a las numerosas parejas de Guardias Civiles que le acechaban, iba por las malezas de los campos hasta llegar a la casa donde la mujer le esperaba. Ocurrió que en una de aquellas ocasiones, un niño que se encontraba guardando cabras, al verlo, buscó en su mente la idea que tenía de un hombre fugitivo y la presencia de la Guardia Civil, momentos antes:

Los había visto entrar a la casa de la amante y sin pensarlo se acercó al Cristo y le preguntó:

-¡Señor Señor! ¿Va usted a aquella casa? Efectivamente, allí voy.

- Pues una pareja de La Guardia Civil acaba de entrar ¿No les estarán buscando a usted?

Entonces El Cristo relacionó un falso cariño de la amante y naturalmente no se atrevió a entrar en ese momento. Lo que hizo fue dar un rodeo para acercarse a una encina que había cerca de la casa y se subió a ella para vigilar todo el llano y particularmente la puerta de la casa de la amante.

Si es cierto que han entrado los civiles ya saldrán. No tengo prisa ninguna, esperaré, se decía a sí mismo.

Largas horas estuvo en la copa del árbol hasta que bien entrada la noche, la puerta se abrió y una pareja de la Guardia Civil salió por la puerta de la casa despidiéndose de la amante del bandolero.

-¿Qué le vamos a hacer, señora? Otra vez será.

- Me extraña mucho que no haya llegado ya, quizás vuelva de madrugada.

-Por sí acaso, mañana, a la misma hora volveremos a esperarle. El capitán lo quiere vivo o muerto.

Los guardias pasaron justamente por debajo de la encina donde estaba el bandolero al que ellos buscaban con empeño sin pensar, ni por un momento, que lo tenían encima de ellos.

Cuando se alejaron los guardias, “El Cristo” se bajó de la encina y llamó a la puerta de la casa. La mujer abrió temblorosa y, pretendiendo disimular un gran nerviosismo, preguntó:

-¿Cómo has tardado tanto?

-¿Porqué lo preguntas? ¿Me esperaba alguien?

- Sólo yo. ¿Quién te iba a esperar?

- Como me están buscando por todos los sitios los civiles…, pues pensé que me estuvieran aguardando por aquí.

- Por Dios, Frasquito. ¿Aquí te van a esperar los civiles? contestó la mujer totalmente descompuesta.

- ¡De aquí acaban de salir dos guardias y tú les has prometido que los esperarás mañana!

- ¡Eso no es cierto! ¡Aquí no ha estado nadie!

- Tu lo que has hecho es denunciarme para librarte de mí y quedarte con el dinero, pero no te valdrá vieja zorra.

Entonces ella intentó desesperadamente meterse en la casa y cerrar la puerta, pero no le sirvió de nada porque él estaba tan furioso que se abalanzó sobre ella cogiéndola por el pescuezo y apretándoselo hasta que se le puso la cara morada, y entonces apartó las manos y le propinó una soberana paliza.

- ¿Dónde está el dinero? ¡Pronto, contesta! ¿Dónde está el dinero?

Entonces la mujer sin poder pronunciar palabra alguna señaló hacía una alacena en la que guardaba una modesta vajilla.

Y allí buscó el bandido y encontró al fin una bolsa repleta de monedas; veintidós mil pesetas en duros de plata del año 1905.

Cogió la bolsa y salió del edificio.

Era nacido en Zahara de la Sierra y famoso por sus singulares robos, se le perseguía mayormente por matar a un guardia civil que un día dio una paliza a su madre para que hablara y dijera donde se encontraba.

Los más ancianos del pueblo cuentan que había sido cazador y manejaba muy bien las armas. Se dice que en una ocasión pidió a una familia adinerada de este pueblo (Los Troya) un rifle que éstos poseían, pero se lo negaron. A la noche siguiente se personó en casa de esta familia y se apoderó del rifle por la fuerza.

También se dice que de noche venía a Puerto Serrano a tomar café a un lugar conocido como “El Café de Elisa”, entraba con su rifle, se ponía al lado de la puerta, pedía su café y no dejaba salir a nadie del local, entrar a todo el que quisiera. A veces incluso invitaba a todos los que allí se encontraban y cuando iba a marcharse decía a los allí presentes: “¡Señores!, !Muchas Gracias!, soy “El Cristo”.

También es sabido que un día que iba a su tierra, un señor lo vio entrar en el pueblo y enseguida alertó a la guardia civil, por lo que tuvo que huir de inmediato. A la noche siguiente “El Cristo” acechó a este señor, lo acorraló y le dijo: “Tranquilo, no voy a matarte, pero los dientes te los voy a caer para que no vuelvas a chivarte ni por mi ni por nadie, y de este modo le cayó cuatro dientes golpeándole con la culata de su rifle.

Parece que Francisco Villaescusa Amuedo, así era su nombre completo, murió en una emboscada. Se comentaba por toda la gente del pueblo que le habían matado, sin embargo, años más tarde, se dice que fue visto por algunos vecinos de Puerto Serrano trabajando como jardinero en Sevilla.

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